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.Es como tomar sólo un poquitín de una droga.No consigue más que hacerte desear más.»Pero ése era el motivo de que le hubiera contado lo que le había contado, comprendió ella.Porque para él no sería así; no había nada que pudiese empeorarlo, del mismo modo que no había nada que pudiera mejorarlo.Lo que él sentía era tan definitivo como una cadena perpetua, ¿y podía ella afirmar que era distinto en ella? E incluso aunque esperase que pudiera serlo, incluso si esperaba que algún día pudiese verse persuadida por el tiempo, la razón o un desgaste natural a dejar de sentir de aquel modo, no importaba.No había nada que hubiese querido en la vida más de lo que quería esa noche con Jace.—Corre las cortinas, entonces, antes de venir a la cama —dijo—.No puedo dormir con tanta luz en la habitación.La expresión que recorrió el rostro de Jace fue de pura incredulidad.En realidad no había esperado que ella aceptase, comprendió Clary con sorpresa; al cabo de un instante, ya la había cogido entre sus brazos y la abrazaba contra él, con el rostro sumergido en los cabellos todavía alborotados por el sueño de la muchacha.—Clary.—Vamos a la cama —dijo ella con dulzura—.Es tarde.Se apartó de él y regresó al lecho, trepando a él y estirando las sábanas hasta la altura de su cintura.De algún modo, mirándose así, casi podía imaginar que las cosas eran distintas, que habían transcurrido muchísimos años desde ese momento y que habían estado juntos tanto tiempo que habían hecho esto un centenar de veces, que cada noche les pertenecía, y no sólo ésa.Apoyó la barbilla en las manos y le contempló mientras Jace corría las cortinas y luego se quitaba la cazadora y la colgaba en el respaldo de una silla.Llevaba una camiseta gris pálido debajo, y las Marcas que le rodeaban los brazos desnudos brillaron oscuramente mientras se desabrochaba el cinturón de las armas y lo depositaba en el suelo.Desató las botas y se las quitó mientras se acercaba a la cama, y se tendió con sumo cuidado junto a Clary.Tumbado sobre la espalda, giró la cara para mirarla.Por el borde de las cortinas se filtraba un poquitín de luz, la suficiente para que ella viese el contorno de su rostro y el brillante destello de sus ojos.—Buenas noches, Clary —dijo él.Sus manos descansaban extendidas a ambos lados del cuerpo, con los brazos pegados a los costados.Apenas parecía respirar; ella tampoco estaba muy segura de estar respirando.Deslizó la mano a través de la sábana, lo suficiente para que sus dedos se tocaran.tan levemente que probablemente apenas lo habría notado de haber estado tocando a cualquiera que no fuese Jace; pero lo cierto era que las terminaciones nerviosas de las yemas de sus dedos hormigueaban suavemente; como su las mantuviera sobre una llama baja.Percibió cómo él se tensaba junto a ella y luego se relajaba.Había cerrado los ojos, y sus pestañas proyectaban delicadas sombras sobre la curva de los pómulos.En su boca apareció una sonrisa como si percibiera que ella le observaba, y Clary se preguntó qué aspecto tendría él por la mañana, con el pelo despeinado y marcas de sueño bajo los ojos.A pesar de todo, pensarlo le provocó una punzada de felicidad.Entrelazó los dedos con los de él.—Buenas noches —susurró.Con las manos cogidas como niños de un cuento, se durmió junto a él en la oscuridad.15TODO SE DESMORONALuke había pasado la mayor parte de la noche contemplando el avance de la luz a través del tejado traslúcido del Salón de los Acuerdos igual que una moneda de plata rueda sobre la superficie transparente de una mesa de vidrio.Cuando la luna estaba cerca de ser luna llena, como sucedía en aquellos instantes, sentía una equivalente agudización en la visión y el sentido del olfato, incluso estando bajo forma humana.Ahora, por ejemplo, podía oler el sudor de la duda en la habitación, y el subyacente olor penetrante del miedo.Podía percibir la preocupación impaciente de su manada de lobos allá en el bosque de Brocelind mientras deambulaban en la oscuridad de debajo de los árboles y aguardaba noticias suyas.—Lucian.—La voz de Amatis en su oído era baja pero penetrante—.¡Lucian!Atrancado violentamente en su ensoñación, Luke luchó por enfocar los agotados ojos sobre la escena que tenía delante.Era un pequeño grupo variopinto, el que formaban aquellos que habían estado de acuerdo en al menos escuchar su plan.Menos de los que había esperando.A muchos los conocía de su vida anterior en Idris —los Penhallow, los Lightwood, los Ravenscar—y justo al mismo número de ellos los acababa de conocer, como los Monteverde, que dirigían el Instituto de Lisboa y hablaban una mezcla de portugués e inglés, o Nasreen Chaudhury, la directora de facciones severas del Instituto de Mumbai.Su sari verde oscuro estaba estampado con complejas runas de un plateado tan intenso que Luke instintivamente se encogía cuando ella pasaba demasiado cerca.—Realmente, Lucian —dijo Maryse Lightwood.El menudo rostro blanco de la mujer estaba transido de agotamiento y pena.Luke no había esperado que ni ella ni su esposo acudiesen, pero habían aceptado casi en cuanto él se lo había mencionado.Supuso que debía de sentirse agradecido de que estuvieran allí, incluso aunque el dolor tendiera a hacer que Maryse se mostrara más irascible de lo acostumbrado.—Eres tú quién nos convenció para venir; lo mínimo que puedes hacer es prestar atención.—Y eso es lo que hace.—Amatis estaba sentada con las piernas recogidas bajo el cuerpo como una jovencita, pero su expresión era firme—.No es culpa de Lucian que hayamos estado dando vueltas en círculos durante la última hora.—Y seguiremos dando vueltas y vueltas hasta que se nos ocurra una solución —dijo Patrick Penhallow con un tono cortante en la voz.—Con el debido respeto, Patrick —repuso Nasreen, con su fuerte acento—, puede que no exista una solución para este problema.Tal vez tendríamos que conformarnos con encontrar un plan.—Un plan que no suponga ni la esclavitud en masa ni.—empezó Jia, la esposa de Patrick, y luego se interrumpió, mordiéndose el labio.Era una mujer bonita y esbelta que se parecía mucho a su hija, Aline.Luke recordó cuando Patrick había huido al Instituto de Beijing y se había casado con ella.Aquello había significado una especie de escándalo, pues se suponía que debía haberse casado con una joven de Idris que sus padres habían elegido para él.Pero a Patrick nunca le había gustado hacer lo que le decían, una cualidad que Luke agradecía en aquellos momentos.—¿O aliaros a los subterráneos? —dijo Luke—.Me temo que no hay modo de evitarlo.—Ése no es el problema, y lo sabes —indicó Maryse—.Es todo el asunto de los escaños en el Consejo.La Clave jamás estará de acuerdo en ese caso.Lo sabes.Cuatro escaños completos.—Cuatro, no —dijo Luke—.Uno para los seres mágicos, uno para los Hijos de la Luna y uno para los hijos de Lilith [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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